¿Un Octubre del mundo árabe?
Es demasiado pronto para formular pronósticos de largo plazo. Pero,
¿quién podría ahora atreverse a descartar la posibilidad de que el
mundo árabe también tenga su Octubre?
Atilio Borón | Para Kaos en la Red | Hoy 1:08
www.kaosenlared.net/noticia/un-octubre-del-mundo-arabe
El discurso pronunciado el jueves por Hosni Mubarak cayó como un balde de agua
helada sobre los manifestantes reunidos en laPlaza Tahrir de El Cairo. Había
cundido la ilusión de que el vetusto dictador anunciaría su retiro de la vida
pública y que abriría las puertas para constituir un “comité de salvación
nacional” para hacerse provisoriamente cargo del gobierno, convocar a una
asamblea constituyente, establecer una nueva institucionalidad democrática,
llamar a elecciones y formar, finalmente, un gobierno legítimo.
En lugar de eso Mubarak ratificó su continuidad en el mando hasta las
programadas elecciones de septiembre, aún cuandotransfiriendo algunas de sus
prerrogativas a su vicepresidente Omar Suleiman y otras, no demasiado
especificadas, al alto mando militar. De hecho, lo que hizo fue decirle al
pueblo movilizado desde hacía 17 días que todo había sido en vano. Lo suyo fue
una postrera provocación, que en la mente de un argentino no podía sino recordar
al absurdo discurso pronunciado por Fernando de la Rúa la noche del 19 de
Diciembre del 2001.
En ambos casos los mandatarios ya desahuciados pretendieron apagar el incendio
arrojando gasolina sobre las llamas. Y así les fue. La formidable reacción que
produjo el discurso de Mubarak desencadenó la “tormenta perfecta” tan temida por
Hillary Clinton y el tirano egipcio tuvo que fugarse ignominiosamente de El
Cairo para poder salvar su pellejo... y su colosal fortuna.
La renuncia de Mubarak significa no sólo su desaparición de la escena pública
egipcia sino algo mucho más importante: el derrumbe de un régimen que poco
después de la muerte de Nasser, en 1970, se había convertido en el gran gendarme
regional de los Estados Unidos y en el paraguas protector de Israel,
convalidando con su ascendiente sobre el mundo árabe el lento genocidio de la
nación palestina.
Tal como lo escribiera uno de los ideólogos del imperio en el */New York
Times/*, Thomas Friedman, “Egipto ya nunca volverá a ser lo que fue.”
Efectivamente: y ese es el dolor de cabeza que tienen hoy los administradores
imperiales porque el delicado tablero geopolítico de Medio Oriente saltó por los
aires. Era una mesa de tres patas: Irán, Egipto e Israel. La primera pata fue
quebrada por la revolución islámica en 1979; con dos, su inestabilidad se hizo
crónica.
Removida la pata egipcia, el tablero de la región crucial del planeta en materia
petrolera se desbarató irreparablemente. Estados Unidos, sostén financiero y
político del régimen por cuarenta años demostró su impotencia cuando las masas
egipcias se adueñaron de calles y plazas y tuvo que resignarse a ser un
sorprendido espectador de la crisis, una lección de la cual los pueblos de todo
el mundo deberían tomar nota.
Ahora,el tantas veces mentado “efecto dominó” dejó de ser una pesadilla de los
imperialistas para convertirse en una realidad: no había pasado una hora de
conocida la noticia de la renuncia de Mubarak cuando las masas copaban las
calles de las principales ciudades de Medio Oriente, y de manera multitudinaria
en Argelia, para celebrar la caída del régimen. Ya los tiranos de Jordania y
Yemen se habían visto obligados a hacer algunas pequeñas, oportunistas y
demagógicas concesiones y en la mismísima Arabia Saudita -donde los partidos
políticos están expresamente prohibidos- anteayer se anunció públicamente la
formación de uno que, para estupor universal, no fue inmediatamentedisuelto y
sus líderes encarcelados por el régimen.
El rey Abdullah, gran amigo de EEUU y a quien, para delicia del complejo
militar-industrial, le acaba de adquirir armamentos por valor de 60.000 millones
de dólares, está oportunamente poniendo sus barbas en remojo para evitar ser
afeitado en seco por sus opositores.
En 18 heroicas jornadas de lucha el pueblo egipcio fue el gran protagonista de
un acontecimiento que el viejo Hegel no hubiera dudado de caracterizar como de
significación “histórico universal.” Le puso una bisagra a la historia moderna
del mundo árabe. No se conquistó todavía la democracia, cuyo logro requerirá
enormes esfuerzos : una presencia constante en las calles, perfeccionar las
estructuras organizativas y forjar una conciencia política, todo lo cual
impediría que la victoria popular sea escamoteada por las fuerzas de la
reacción, aún agazapadas entre las ruinas del régimen, o en los titubeos de un
sector de la oposición que simplemente aspira a liberalizar módicamente al
régimen político preservando el modelo neoliberal causante del holocausto social
del Egipto contemporáneo.
Se ganó una primera gran batalla, pero vendrán muchas más. Este Febrero del 2011
bien podría resultar la re-edición de otro, acontecido en 1917,en Rusia, donde
también se ganó una crucialbatalla que ocho meses más tarde daría nacimiento a
una revolución que, con sus logros y sus defectos, cambió el curso de la
historia contemporánea.
Es demasiado pronto para formular pronósticos de largo plazo. Pero, ¿quién
podría ahora atreverse a descartar la posibilidad de que el mundo árabe también
tenga su Octubre?
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11/2/11
Atilio Borón : ¿Un Octubre del mundo árabe?
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