11/2/11

Atilio Borón : ¿Un Octubre del mundo árabe?


        ¿Un Octubre del mundo árabe?


          Es demasiado pronto para formular pronósticos de largo plazo. Pero,
          ¿quién podría ahora atreverse a descartar la posibilidad de que el
          mundo árabe también tenga su Octubre?


            Atilio Borón | Para Kaos en la Red | Hoy 1:08


            www.kaosenlared.net/noticia/un-octubre-del-mundo-arabe
            

El discurso pronunciado el jueves por Hosni Mubarak cayó como un balde de agua 
helada sobre los manifestantes reunidos en laPlaza Tahrir de El Cairo. Había 
cundido la ilusión de que el vetusto dictador anunciaría su retiro de la vida 
pública y que abriría las puertas para constituir un “comité de salvación 
nacional” para hacerse provisoriamente cargo del gobierno, convocar a una 
asamblea constituyente, establecer una nueva institucionalidad democrática, 
llamar a elecciones y formar, finalmente, un gobierno legítimo.

En lugar de eso Mubarak ratificó su continuidad en el mando hasta las 
programadas elecciones de septiembre, aún cuandotransfiriendo algunas de sus 
prerrogativas a su vicepresidente Omar Suleiman y otras, no demasiado 
especificadas, al alto mando militar. De hecho, lo que hizo fue decirle al 
pueblo movilizado desde hacía 17 días que todo había sido en vano. Lo suyo fue 
una postrera provocación, que en la mente de un argentino no podía sino recordar 
al absurdo discurso pronunciado por Fernando de la Rúa la noche del 19 de 
Diciembre del 2001.

En ambos casos los mandatarios ya desahuciados pretendieron apagar el incendio 
arrojando gasolina sobre las llamas. Y así les fue. La formidable reacción que 
produjo el discurso de Mubarak desencadenó la “tormenta perfecta” tan temida por 
Hillary Clinton y el tirano egipcio tuvo que fugarse ignominiosamente de El 
Cairo para poder salvar su pellejo... y su colosal fortuna.

La renuncia de Mubarak significa no sólo su desaparición de la escena pública 
egipcia sino algo mucho más importante: el derrumbe de un régimen que poco 
después de la muerte de Nasser, en 1970, se había convertido en el gran gendarme 
regional de los Estados Unidos y en el paraguas protector de Israel, 
convalidando con su ascendiente sobre el mundo árabe el lento genocidio de la 
nación palestina.

Tal como lo escribiera uno de los ideólogos del imperio en el */New York 
Times/*, Thomas Friedman, “Egipto ya nunca volverá a ser lo que fue.” 
Efectivamente: y ese es el dolor de cabeza que tienen hoy los administradores 
imperiales porque el delicado tablero geopolítico de Medio Oriente saltó por los 
aires. Era una mesa de tres patas: Irán, Egipto e Israel. La primera pata fue 
quebrada por la revolución islámica en 1979; con dos, su inestabilidad se hizo 
crónica.

Removida la pata egipcia, el tablero de la región crucial del planeta en materia 
petrolera se desbarató irreparablemente. Estados Unidos, sostén financiero y 
político del régimen por cuarenta años demostró su impotencia cuando las masas 
egipcias se adueñaron de calles y plazas y tuvo que resignarse a ser un 
sorprendido espectador de la crisis, una lección de la cual los pueblos de todo 
el mundo deberían tomar nota.

Ahora,el tantas veces mentado “efecto dominó” dejó de ser una pesadilla de los 
imperialistas para convertirse en una realidad: no había pasado una hora de 
conocida la noticia de la renuncia de Mubarak cuando las masas copaban las 
calles de las principales ciudades de Medio Oriente, y de manera multitudinaria 
en Argelia, para celebrar la caída del régimen. Ya los tiranos de Jordania y 
Yemen se habían visto obligados a hacer algunas pequeñas, oportunistas y 
demagógicas concesiones y en la mismísima Arabia Saudita -donde los partidos 
políticos están expresamente prohibidos- anteayer se anunció públicamente la 
formación de uno que, para estupor universal, no fue inmediatamentedisuelto y 
sus líderes encarcelados por el régimen.

El rey Abdullah, gran amigo de EEUU y a quien, para delicia del complejo 
militar-industrial, le acaba de adquirir armamentos por valor de 60.000 millones 
de dólares, está oportunamente poniendo sus barbas en remojo para evitar ser 
afeitado en seco por sus opositores.

En 18 heroicas jornadas de lucha el pueblo egipcio fue el gran protagonista de 
un acontecimiento que el viejo Hegel no hubiera dudado de caracterizar como de 
significación “histórico universal.” Le puso una bisagra a la historia moderna 
del mundo árabe. No se conquistó todavía la democracia, cuyo logro requerirá 
enormes esfuerzos : una presencia constante en las calles, perfeccionar las 
estructuras organizativas y forjar una conciencia política, todo lo cual 
impediría que la victoria popular sea escamoteada por las fuerzas de la 
reacción, aún agazapadas entre las ruinas del régimen, o en los titubeos de un 
sector de la oposición que simplemente aspira a liberalizar módicamente al 
régimen político preservando el modelo neoliberal causante del holocausto social 
del Egipto contemporáneo.

Se ganó una primera gran batalla, pero vendrán muchas más. Este Febrero del 2011 
bien podría resultar la re-edición de otro, acontecido en 1917,en Rusia, donde 
también se ganó una crucialbatalla que ocho meses más tarde daría nacimiento a 
una revolución que, con sus logros y sus defectos, cambió el curso de la 
historia contemporánea.

Es demasiado pronto para formular pronósticos de largo plazo. Pero, ¿quién 
podría ahora atreverse a descartar la posibilidad de que el mundo árabe también 
tenga su Octubre? 



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